Juan A. Soto, Tesorero Nacional del Colegio de Profesores de Chile A.G.

EL ACTUAL ESCENARIO POLÍTICO, al parecer, se encuentra en una fase de estancamiento. Un tiempo de espera. Un momento en que el país parece estar esperando que ocurra algo distinto a lo habitual. ¡No sabría decir qué!. Tal vez el decantamiento judicial de  los casos de corrupción que han afectado al mundo político. Tal vez la renuncia a sus cargos de aquellos parlamentarios involucrados en hechos de corrupción. Tal vez que transcurra pronto el tiempo que le resta al gobierno para reiniciar un nuevo evento eleccionario. O tal vez se logre instalar, en la agenda política, la urgencia de una reforma profunda a la Constitución de este país. La que existe le sirvió a la dictadura, pero HOY no sirve para la democracia. Incluso, ni siquiera le sirve al propio modelo económico. Una Constitución para los nuevos tiempos.

El país transita por un tiempo de espera. Una suerte de estado de reflexión sobre los acontecimientos que han desembocado en una situación de crisis de carácter estructural. Una crisis política y moral donde todos los estamentos de la sociedad se encuentran involucrados: las instituciones del Estado (especialmente el Congreso), los partidos políticos, las Fuerzas Armadas y, en estos últimos meses se ha sincerado ante la sociedad una crisis que se mantenía en las sombras: la crisis moral de la Iglesia. En definitiva, una crisis que nace de una Constitución Política sobrepasada por la historia, un modelo económico agotado, una derecha política que no vacila en recurrir a antiguas amenazas (movilización de los camioneros y rumores ?de la más variada índole? que apuntan a una desestabilización del gobierno) para defender sus intereses de clase, y que actúa impunemente desde el control de los medios de comunicación. En su conjunto, son la expresión de un estado de crisis que ya se está haciendo permanente y que impide el normal desarrollo social, político, económico y cultural del país.

Un tiempo de espera, pero básicamente de reflexión. Un ejercicio ineludible que todos debiéramos realizar. Se nos vienen tiempos difíciles que deberán ser enfrentados con ideas, propuestas claras y unidad. Lo que hoy está en juego no solo es el futuro de la Educación Pública, de la Salud, del trabajo y la Seguridad Social, es el  futuro del país. 

Es también el futuro de nuestra organización. Las expectativas de este ejercicio de reflexión dependerán, única y exclusivamente, de nuestra capacidad de comprender las lecciones de la historia, de interpretar las señales como corresponde y diseñar a partir de ahí el acontecer venidero siempre en función de los altos intereses de la Educación Chilena y del Magisterio Nacional.  

En todo este último tiempo, nuestros análisis han sido extremadamente críticos de la responsabilidad y el accionar político/gremial de la conducción del Colegio de Profesores. Hemos sido los primeros en reconocer nuestros errores y debilidades. Y no necesitamos que nadie nos venga a decir cuales fueron nuestras equivocaciones: los conocemos perfectamente. Sin embargo, en toda esta gestión hubo un factor determinante,  un aspecto que no es menor y que ha sido reconocido por la gran mayoría de los profesores organizados. En todo momento, en los instantes más difíciles de la coyuntura político/gremial, primaron los intereses del Magisterio. Y siempre,  por sobre cualquier otro tipo de consideración.  

En el recuento final, los hechos confirman nuestra reflexión. El rediseño de la propuesta del gobierno sobre Carrera Profesional Docente, las reiteradas gestiones políticas con los parlamentarios de la Nueva Mayoría, el dialogo permanente con las autoridades del Mineduc para superar un estancamiento artificial inducido por aquellos que no entienden el quehacer político, fueron una expresión de responsabilidad y de madurez política de aquellos que tenían la responsabilidad de conducir los destinos del Magisterio. En todo momento, la defensa de la institucionalidad del Colegio de Profesores de Chile fue una razón prioritaria. ¡Nadie puede poner en duda este hecho, es nuestro logro más trascendental! 

Entonces, una pregunta para terminar: ¿pueden los opositores decir lo mismo ante todo el Magisterio presente? 

 

(*).- Juan A. Soto, Tesorero Nacional del Colegio de Profesores de Chile.